Hace aproximadamente 2 años, emprendí esta travesía que es lanzarme al mundo del emprendedurismo. Después de trabajar por más de 10 años en una empresa que se dedicaba al diseño y producción de empaques de lujo, tuve que enfrentarme a tomar la puerta de salida y cumplir mi sueño, tanto por deseo como por necesidad.
Se acabaron los salarios cada quincena, las prestaciones de ley, las «ventajas» que la empresa privada brinda a sus empleados… en fin, muchas cosas a las que estaba acostumbrada desaparecieron de la noche a la mañana y tuve que aventurarme a por mis propios medios conseguir los recursos que se necesitan para mantener a una familia. Mi hijo mayor estudia la universidad en México, mis otros dos hijos estudian en una muy buena escuela de San Salvador su 9no y 11vo grado, mi esposo también salió de su empleo y cuando el panorama pintaba gris, la motivación apareció.
No voy a decir que ha sido, es o que será fácil. Aventurarnos a conseguir proveedores, a ajustar costos, calcular utilidades, dar servicio al cliente y todos los factores que se deben contemplar al tener tu propia empresa es un camino sumamente complicado, sin embargo; es el hecho de saber que lo que estás avanzando es completamente por el trabajo de tus manos y por el continuo mover de tu mente y la puesta en práctica de tus ideas lo que creo yo, es la más grande recompensa que pueda recibir.
Hay meses buenos, hay meses muy buenos… hay meses terribles, pero mientras haya vida y salud, sé que puedo seguir trayendo comida a la mesa y llevando sustento a las familias de quienes participan en este gran proyecto.
¿Andabas buscando una señal? Es esta; aunque tengas miedo, haz lo que tengas que hacer… con miedo, pero hazlo.
