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Hacia adelante, siempre

“Hombre al agua” reza la frase que dicen en las embarcaciones en alta mar cuando por error alguien cae al agua. Imagino que al momento que esa persona cae, es difícil saber si puede nadar o no, lo importante es actuar pronto y lanzarle un salvavidas. Les comparto que me siento identificada con esa frase en varios aspectos, pues en By Karula nuestro modelo de negocio local se basaba en un 99.99% (hasta hace dos meses), en comercializar en tiendas locales, las cuales debido a la pandemia tuvieron que cerrar sus puertas al público.

Les confieso que como generación X que soy, había venido posponiendo formalizar la venta a domicilio, pues por mi misma naturaleza y por mi profesión -diseñadora de producto-, soy de las que nos encanta sentir el universo que nos rodea a través de todos los sentidos, no solo el de la vista, me encanta palpar las texturas, sentir los olores de los materiales, hacer ese enlace de lo que veo versus lo que siento, tomar un lápiz, un pincel y plasmar sobre un papel mis ideas, entre otros… y por todo lo anterior, me resulta difícil imaginar o talvez aceptar que la experiencia de compra sea solo a través de una fotografía, que el cliente solo tenga contacto con un extraño que solo es un mensajero, pero ni modo toco dar ese salto de fe, toco aventarme al agua -y no por error- sin mucho conocimiento de nado ni preparación. Analizando el porqué, no entendía porque me era tan difícil cambiarme a ese chip, pues yo misma en muchas ocasiones he realizado compras en línea, con transacciones aún más impersonales que las que yo he estado realizando con mis clientes. Pero concluí que quizá es porque la diferencia entre comprar un producto industrial, elaborado en series de miles de productos es diferente a lo que en By Karula ofrecemos, cada uno de nuestros productos lleva esa parte de nuestro “Nuyulu” impregnado en cada detalle.

Realmente ha sido un gran aprendizaje y una gran aventura, nuestras y nuestros clientes al final nos lanzaron ese salvavidas pues confiaron en nosotros y en este nuevo modelo para llegar a ell@s y además nos permitieron poder ser parte de sus experiencias de compras, nos tocó acompañarles en ser cómplices de los regalos sorpresa para sus mamis, que al estar ellos lejos fue de nuestro puño y letra que escribimos y decoramos tarjetas para decirles lo mucho que las aman y las extrañan. También nos tocó sufrir porque los servicios de mensajería colapsaron y hubo regalos que no llegaron a tiempo.

Así que sí, he vuelto a subir al barco y agradecida con Dios que nos acompaña y respalda en esta aventura.

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